Opinión

¿Un niño puede ser niña? La verdad sobre la Infancia Trans

Infancia Trans. Lo que la biología establece no lo cambia una ideología ni el capricho del momento. Esta es una verdad que algunos parecen dispuestos a borrar, aunque ello implique destruir a nuestra sociedad desde sus bases.

La reciente decisión de la Corte Constitucional, de permitir que los niños decidan sobre su identidad de género no es un avance, sino un retroceso alarmante. Estamos hablando de la infancia, una etapa de vulnerabilidad y aprendizaje, no de un laboratorio ideológico donde se experimenta con los valores fundamentales de nuestra cultura.

Los niños no necesitan ideologías; necesitan orientación. Permitir que un niño decida que «se siente» de otro género no es un acto de amor ni de libertad. Es abandono. Es entregarlos a una confusión que los adultos tienen el deber de protegerles. Los niños no están equipados para comprender las implicaciones de este tipo de decisiones, y mucho menos para tomarlas por sí mismos.

Esto no es inclusión; es manipulación. Lo que se nos vende como un avance en derechos no es más que el adoctrinamiento de una generación. Se les está robando la inocencia y se les está imponiendo una carga que no deberían llevar. ¿Cómo puede un niño, que ni siquiera comprende plenamente el mundo que lo rodea, decidir algo tan trascendental como cambiar su identidad?

Estamos abandonando la realidad. Las diferencias biológicas entre hombres y mujeres no son un invento social, son hechos ineludibles que ninguna teoría puede desmentir. Sin embargo, estamos enseñando a los niños que estas diferencias no existen, que pueden ser lo que quieran, ignorando las consecuencias psicológicas, emocionales y hasta físicas de estas decisiones prematuras.

Y mientras todo esto sucede, los padres están siendo despojados de su autoridad. En lugar de ser los principales responsables de guiar y proteger a sus hijos, se les reduce a espectadores impotentes frente a un sistema que prioriza la agenda de unos pocos sobre el bienestar de los menores.

¿Qué sigue después?

Es hora de levantar la voz y defender lo que es evidente: los niños no pueden ser manipulados bajo la bandera de la inclusión.

Proteger su inocencia, su desarrollo y su futuro no es ser intolerante, es ser responsable. La niñez no se toca. Y menos se negocia.

FIRMES POR EL ECUADOR.

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